Midsummer es el nombre que la mayoría de europeos, sobre todo dentro de las distintas tradiciones anglo-sajonas, germánicas y escandinavas, asocia al festival del solsticio de verano. Una celebración de la fertilidad y del poder vivificante del sol, con bailes y hogueras que iluminan una noche encantada capaz de conectar otros mundos —ya sea el reino de las hadas, el de los muertos o el de los sueños— con el nuestro, como en la comedia inmortal de Shakespeare.
Cargada de aromas en el solsticio y empezando a florecer (sobre todo en latitudes más septentrionales, donde el sol había acumulado más horas de luz), la artemisa se colgaba en las entradas y se tejía en coronas y cintos, puestos para recibir protección y claridad en la visión. Se añadía a la cerveza por su sabor intenso y amargo. Se cocía en infusión, o se ponía en ramos frescos bajo la almohada, pues se creía que traía sueños especiales, mágicos o proféticos. Y aunque el uso de otras plantas como onirógenos [3] en el solsticio puede haber sido ignorado, y calificado de mera superstición por eruditos modernos, la artemisa sin duda funciona. Aún hoy, tanto dentro como fuera de contextos rituales y tradicionales, se toma la artemisa en infusión o tintura, se la incorpora a aceites y ungüentos que se aplican a la piel, y se la usa como relleno en almohadas o muñecas que, si nos acompañan al dormir, a menudo surtirán un inesperado efecto en la vivacidad, intensidad y trascendencia de los sueños. Y esto no cabe ignorarlo, incluso cuando, a diferencia de otras propiedades medicinales de la planta que han sido corroboradas por estudios científicos (antiparasitaria, digestiva, antiespasmódica, analgésica…) su virtud onirógena no es fácil de explicar.

En Europa, el nombre artemisa se refiere principalmente a Artemisia vulgaris, la artemisa común, aunque también se ha utilizado en otros lugares para nombrar a otras especies del género Artemisia. Las artemisas tienen una larga historia de aplicaciones medicinales populares en otros continentes además de Europa, y varias especies son apreciadas por su efecto en los sueños. En la región chilena de Antofagasta, uno de los usos tradicionales de Artemisia copa deriva de su “capacidad de provocar sueño y vívidas experiencias oníricas”[4]. En California, los curanderos Chumash podrían llevar milenios utilizando la “salvia de los sueños”, como ellos llaman a Artemisia douglasiana:
“Para provocar sueños, colocar tallos y hojas bajo una almohada y dormir sobre la almohada. La fragancia ayuda a soñar. (…) Éste es un uso tradicional de A. douglasiana especialmente indicado en personas muy enfermas o ancianas que no pueden soñar. Se considera a los sueños parte esencial de la vida y de la curación.” [5]

La parte neurofisiológica de los sueños

5. Cuando soñamos, si se da una activación colinérgica lo suficientemente elevada experimentaremos los sueños REM más complejos y, de manera significativa, una mayor autoconciencia de la experiencia onírica. Esto supone una mayor capacidad de recordar los sueños, y puede incluso hacernos conscientes de que estamos viviendo un sueño mientras ocurre —lo que conocemos como sueño lúcido. No es una coincidencia que la acetilcolina sea el neurotransmisor más relacionado con la memoria y el aprendizaje. Sabemos que los soñadores lúcidos, aquellos capaces de mantener un elevado nivel de autoconciencia durante los sueños, tienen también una alta capacidad para recordarlos con detalle [8] y éste es un dato sumamente interesante.
La parte química del espíritu de la artemisa
Artemisia vulgaris resulta ser, al igual que otras especies del género, toda una potencia química. Se han aislado muchos compuestos de diferentes tipos en sus hojas y flores, pero es difícil indicar un perfil fitoquímico distintivo porque tanto la abundancia como la variabilidad son una norma en la especie. En función del origen geográfico y las circunstancias de recolección, en múltiples estudios se han descrito composiciones enormemente diferentes. Sólo en el aceite esencial, y según diversas fuentes, se han llegado a aislar entre 100 y 150 compuestos distintos (!) cuyas concentraciones varían entre prácticamente cero y casi el 50% de todo el aceite, dependiendo del lugar y el momento en que se recolectó la artemisa. [14,15]

Conclusiones no especulativas
NOTA DE REDUCCIÓN DE DAÑOS: Otro uso tradicional de la artemisa es como reguladora del ciclo menstrual, emenagoga y supuestamente uterotónica; dosis elevadas podrían facilitar el aborto, por lo que no deberían usarla las embarazadas. Si planeas explorar la artemisa como onirógeno, al margen de tus circunstancias, por favor sigue investigando.